Magia

Escucho a mis amigas hablar de que todavía no pueden olvidar el perfume. Mi mejor amigo dice que todavía recuerda lo suave que ella tenía el pelo. Muchos de ustedes se acuerdan de la manera en como esas personas los hacían sentir. Otros, simplemente, extrañan en lo que se convertían cuando estaban juntos. Algunos todavía escuchan la canción preferida de ese alguien. A todos, siempre nos cuesta librarnos de alguien. De todos, siempre nos queda algo.
A mi, sinceramente, no me había quedado su perfume. No tenía suave el pelo, es más: lo cargaba porque lo tenía siempre como el orto. Tal vez, a veces, extrañaba como me hacía sentir, pero no es algo que me quitara directamente el sueño. Tampoco eso de cambiar, imposible, siempre fui auténtica. ¿La música que escuchaba? Era espantosa, se los juro. De esas cosas, con el alma, no extrañaba nada. Ni necesitaba nada. Ni me había quedado grabado nada. Excepto algo que si jamás hubiera hecho yo no estaría escribiendo esto. Algo que me marcó para siempre. Él nunca tendría que haber sonreído por primera vez. Ni por segunda, tercera, cuarta o última. Nunca tendría que haberlo visto sonreír. Jamás. Eso habría ahorrado muchos problemas (y muchos insomnios).
La primera vez que me sonrió sentí que mi mundo se caía a pedazos. Así pasaba cada vez que sonreía. Él, igualmente, nunca lo supo. Aún hoy no lo sabe. Este es uno de esos secretos que en teoría me voy a llevar a la tumba. Su sonrisa para mi era caos, paz, esclavitud y libertad. Su sonrisa era todo. Era mi todo. Y lo sigue siendo, pero hoy desde un lugar mucho más humano y ya no tan mágico. Eso lo comprendí el día que entendí que su sonrisa iba a ser parte de mi siempre, pero que era suya. Que, tal vez, nadie iba a achinar los ojos dejando a entre ver ese brillo especial como lo hacía él o que nadie iba a esperar con su sonrisa a que se me escape una a mi. O tal vez sí, pero no de esa forma. Nunca de esa forma que era magia.
El que me conoce me preguntó más de una vez como hice para librarme de esa sonrisa. Yo les respondo como puedo. A veces digo que no sé. Otras veces digo que no era tan tan mi debilidad. Otras que la mía es mucho mejor (dicen por ahí que también tengo una linda sonrisa). Pero siempre miento. Nunca digo la verdad. Capaz por vergüenza. Seguro por miedo. Pero nunca contesto que no pude librarme. Nunca contesto que yo también me pregunto como hice para librarme de esa sonrisa y que, al darme cuenta que no pude hacerlo, lo recuerdo sonreír.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Esperar no transforma

No te dejes para después

Siempre