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Mostrando entradas de febrero, 2018

Lo difícil de olvidar

A veces, a uno lo único que lo mantiene vivo son los recuerdos. A veces, uno sigue insistiendo, sigue eligiendo quedarse en ese lugar, jugarse una fichita más, aún cuando ya hace mucho tiempo todo dejó de funcionar, sólo por eso. Dicen que lo último que se pierde es la esperanza. Hoy yo la perdí. La perdí y me sentí vacía. Entonces me quedé sin esperanza y con los recuerdos en la mano, porque aunque uno se intente convencer de que todo está bien, aunque uno intente ponerle diferentes nombres (como etapa, experiencia, etc) no es tan fácil despegarse de todo. No es tan fácil olvidar. No es tan fácil olvidar que uno se sintió querido, valorado y sobre todo seguro. No es tan fácil olvidar los abrazos reparadores, las risas que todo curaron y las lágrimas que fueron tan necesarias. No es tan fácil olvidar los momentos de felicidad que aún hoy aparecen en forma de una sonrisita inocente o los momentos de tristeza que te enseñaron, muchas veces, de qué carajo se trataba la vida. No es ta

Despedida

Siempre te dije que, para mi, eras distinto. Fuiste fiel, incondicional y sincero. Jamás me decepcionaste, hasta ese día. Pero no me quiero apresurar. Nos conocemos hace mucho tiempo. Y cuando digo mucho tiempo es porque lo es. Sino preguntale a quién 15 años de amistad le parece nada. A nadie. No vas a encontrar una sola persona en este mundo que piense que no es demasiado. Y es que lo es. Por eso estaba tan segura de vos. Por eso confié ciegamente. Como siempre te digo, o te decía en realidad, no hubo un momento en mi vida donde me viste llorar de tristeza, con el alma al descubierto, partida en dos y no paraste hasta hacerme llorar de la risa. Hasta ese día en el que me di cuenta que las cosas habían cambiado feo. Escuche miles de historias donde la gente cambia a los amigos por su pareja, pero nunca pensé que nos podía pasar a nosotros. Yo, en lo personal, no lo hubiera permitido nunca. Y creí que vos tampoco. Una vez más me equivoqué. Los que leen desde afuera, apuesto mi vida

Amor propio

Uno no nace sabiendo. Eso es obvio. Por eso está tan permitido equivocarse. Uno aprende, a lo largo de la vida, muchas cosas. Uno desaprende, a lo largo de la vida, muchas cosas. Y creo firmemente que como uno aprende a hablar, a leer, a escribir, a andar en bicicleta, también aprende a amar. Uno no nace sabiendo amar. Tampoco es que se levanta un día ya listo para hacerlo. Muy lejos está de aprender a amar y sobre todo de amar quién cree eso. Porque si nos atrevemos a decir la verdad, uno no aprende como duele que le rompan el corazón hasta que se lo rompen. Uno no aprende lo que es confiar ciegamente en el otro hasta que lo hace. Uno no aprende lo que es ser completamente vulnerable hasta que le da la posibilidad a un otro de lastimarlo con la esperanza de que no lo haga jamás. Uno no aprende lo que es equivocarse en el amor hasta que por fin se equivoca. Algunos tienen la suerte de equivocarse poco. Yo, que todavía sigo aprendiendo a amar, tuve la mala suerte de equivocarme demasiad